Particularmente hoy (27 de octubre), Santiago amaneció con un no “sé qué” de normalidad, repentino y mágico. ¿Lo ha sentido?
Es concertado, planificado y coordinado. Pero no es real. Han convertido la indignación peligrosa, descabezada y manifiesta de miles de chilenos, en un producto de marketing que debe capitalizarse como salida a lo que puede ser un caos total, una desobediencia civil desbordada que podría no culminar hasta la renuncia del Presidente.
Se trata de generar una «sensación país» de que ese despertar ha sido escuchado, y que por tanto, ahora puede estar normal. Pero esa sensación, es sólo eso. Una estrategia de control social, que se articuló como salida positiva a una crisis profunda en curso, y que está tratándose con herramientas de comunicación estratégica.
Esa sensación, sólo existirá en su mente, si Usted es envuelto por este gas disuasivo de los medios de comunicación, y se hará real en el país, cuando exista en muchas mentes. Para esto, deben lograr instalar esa matriz de opinión a través de elementos discursivos y de marketing que lo saturen.
Se busca reemplazar la idea de que «Chile despertó y por eso está indignado», por la idea de que hoy todo está tranquilo, porque ese despertar ha sido escuchado.
Esta idea se instala en el llamado «top of mind awareness» (algo así como lo primero en lo que piensa su mente para entonces razonar y decidir qué pensar), reemplazando la indignación del despertar, por la satisfacción del que es escuchado. ¿Se podrá sustituir en el «top of mind» la idea de «Chile Despertó», hoy tan presente en todas las clases sociales, por la idea de «Chile ha sido Escuchado»? Sí. Se puede. Y se sabe cómo hacerlo.
La reunión del Gobierno con los medios de comunicación no fue para dar órdenes, ni para decir qué cubrir abiertamente. Sino probablemente, para comprender que todos deben unirse en esta cruzada por normalizar el país.
Fíjese, de pronto, los periodistas descubrieron que las ferias hoy sí están funcionando con normalidad (toda la semana han funcionado con normalidad). De pronto los periodistas descubrieron que los negocios de barrio están abastecidos y que la gente compra ahí (toda la semana ha sido así). Yo misma compré en Ñuñoa cables, pilas y un trípode para ir a reportar a las marchas, y en los días más álgidos de la protesta.
Comí en restaurantes del barrio Italia y Seminario mientras la gente iba a las protestas, y también, en picás de Avenida Matta, minutos antes de que comenzara el toque de queda, cerca de la Comisaría Chiloé después de sacar mi salvo conducto.
Encontré cigarros en una botillería de la población Lo Hermida, en pleno toque de queda, mientras los vecinos disfrutaban de la música en vivo de un grupo.
Compré en la panadería pan, huevos y arroz. En la Feria me abastecí de frutas. Y en los carros de Irarrázaval, busqué un disfraz de zorro para Simón, en medio de las protestas.
Pero recién hoy, los periodistas recorren la ciudad como si fuera el día después de año nuevo. Mientras la colega del canal 13, Aranza, intenta que los feriantes en Avenida Matta le cuenten que hoy sí están felices, en realidad sus tres entrevistados le comentaron que nunca tuvieron mayores problemas ni dejaron de funcionar.
El otro colega desde las cocineras de La Vega y que comparte pantalla con la joven reportera que pasa por alto la denuncia del monopolio agrícola, intenta entrevistar comensales para mostrar el día festivo y relajado, como si fuera un primero de enero. Pero desde las mesas le rechazan la entrevista, le dicen: vaya a reportar los temas de verdad.
Ninguno tiene logo, ni se presenta. ¿No tenemos derecho los chilenos a saber quién hablará de nosotros? Si le exigimos a Carabineros identificarse, la prensa chilena tiene la obligación de llevar al menos la identificación de su medio, para que la población sepa a quién tiene al frente, y en dónde saldrán sus declaraciones, para entonces elegir si quiere o no ser entrevistado.
Pocos le hablaron hoy a los colegas de Canal 13. Incluso en la Feria de Matta, una mujer que no quiso ser mostrada en cámara, habló mientras enfocaban las verduras y metió el gol diciendo: «seguiremos protestando».
El despertar de la gente ha sido profundo, pero puede ser cooptado. Y usted debe entender que entre el viernes 25 de octubre y el sábado 26 de octubre, en realidad nada ha cambiado.
¿Qué pasó entonces para que hoy amanezcamos rodeados de periodistas mostrando una reactivación social y económica tan festiva?
La macha por No + AFP tuvo 2 millones de personas. La protesta del miércoles pasado casi llegó al millón.
La decisión del Gobierno, una vez más, es menospreciar la inteligencia de los chilenos, y se enfoca en manejar comunicacionalmente el descontento. Lo hace con más premura, a pesar de que el Ministro Mañalich sea honesto y confiese en el Congreso que por un par de marchas, no hay que cambiar el sistema.
Pero Usted, ahora que entendió que la humillación es institucionalizada y que protestar es un asunto de dignidad, tiene que entender cómo manejan su mente.
Periodistas cubriendo «la vida normal» que nos llego así como un regalo sabatino… preguntando si está rica la comida en La Vega, o si están muy caros los plátanos, a pesar de que la mayoría de los comensales se niegan a hablar, créame que no es algo casual.
No sólo Canal 13 dedicó pases múltiples a mostrar esta repentina reactivación que, insisto, nunca dejó de existir en los barrios, sino que todos los medios grandes han hecho lo mismo.
Estamos bombardeados y rodeados de mensajes y estímulos que buscan generar la matriz de opinión sobre haber alcanzado «la normalidad» porque «fuimos escuchados».
¿Y en realidad pasó algo?
Nada más que un giro en la comunicación estratégica y Usted, y su mente, son el objetivo.
Quizás una empresa de «coaching» o de asesores comunicacionales expertos en utilizar el «dead point» de una crisis a su favor, logró hacer entender al Presidente Piñera que la confrontación y la humillación, estaba aún más indignando a las personas.
El rol de los manifestantes, ha ido variando en el guión que se busca instalar: de ser vándalos, a estar en un guerra donde los militares nos protegerán de los malos, para luego tener la bendición de aceptar el perdón presidencial y convertirnos en manifestantes pacíficos que por fin han sido escuchados.
Es tan evidente. Todos los twitter de las autoridades apuntan a lo mismo. La instrucción estratégica, sin embargo, creo que ha sido un poco burda, tanto, que parece una muestra más de no entender qué está pasando.
Los estímulos disuasivos van en aumento, hasta alcanzar el punto funcional a la estrategia que genere un nuevo estado de confort.
La aprobación de la idea de legislar las 40 horas, las 50 Lucas más en el sueldo mínimo (¿recuerda Usted los escándalos que se han formado cuando se suben 3 lucas el salario?)… el inminente cambio de gabinete que incluso podría sorprendernos con figuras de izquierda, o «neutrales», para que se convierta en un gobierno de todos los escuchados… en fin.
Comenzamos el toque de queda sin incendios, así repentinamente, y se acaba así, también, sin incendios.
Los mensajes hoy son como las miles de bombas lacrimógenas que en la marcha «familiar y masiva, y hermosa» que recalcan las autoridades fueron arrojadas igual, aunque esta vez, no se haya mostrado. La diferencia, es que el efecto de esas bombas, es de apenas unos minutos. Hurgar en las mentes para ajustarlas, puede tener un efecto de 30 años más.
Apague la tele, por favor. Póngase una mascarilla cognitiva, rocíese con bicarbonato social… siga yendo a la esquina de su barrio, compre en el almacén. Continuemos mirándonos a los ojos, conversando en las plazas sobre lo que nosotros creemos qué pasa y no sobre aquello que nos dicen que sucede. Sigamos saludándonos en los ascensores. Preguntándonos cómo seguir.
El terror de los saqueos no funcionó. Lejos de que cada uno se encerrará a cuidar lo suyo con miedo, nos volcamos a la calle a estar juntos para cuidarnos.
Y hay que ser cautelosos, porque así como «el despertar» está siendo capitalizado en el marketing y la comunicación estratégica, nuestros barrios, nuestros almacenes, nuestros cabildos, toda esta nueva forma de ser sociedad, también pueden ser travestidos y usados como ejemplo de esa «escucha» y entonces ser banalizados por Aranza o su colega sin logo, o acaso por un matinal con la Argandoña comprando en la feria o la Maldonado en un cabildo (que lo hagan, pero no para la tele) para que como en La Mezcladora de Cemento de Ray Bradbury, seamos absorbidos en esta sensación del país normalizado, cuando nada ha cambiado más que nosotros mismos. Lo tenemos todo aún.
(*) Corresponsal en Chile de telesur.
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